Mientras los pobladores de Huachac trabajaban para reconstruir el pueblo destruido por un terremoto, los jóvenes empezaron a repetir que escuchaban murmurar a los cerros. Pero sus abuelos ya habían sido capaces de oírlos gritar a viva voz. Algunas veces unos quejidos agobiantes salían de los cerros y terminaban en la laguna de Ñahuinpuquio. Al saberse la noticia, cundió la alarma entre aquellos pobladores que conocían la historia de la campana de oro.
Movidos por la curiosidad, algunos habitantes salieron en busca de la verdad. Días después, y cuando ya nadie esperaba verlos retornar, aparecieron en el pueblo para contar que alcanzaron a oír un sonido agudo que se perdía entre el follaje. Al aproximarse recibieron una negativa de la naturaleza que afectó sus sentidos: unos perdieron la visión o la audición, mientras a otros se les torció el cuello.
Un segundo intento, esta vez de los viejos, aclaró el misterio: el sonido provenía de la campana de oro que yace bajo el cerro y sobre la laguna. Después no se dijo más.
Todo había sido a consecuencia del sismo, que abrió una hendidura en la tierra. Desde entonces dejó de ser un pueblo cerca de una gran laguna que era el hábitat de las huachas —unas aves— a un lugar que prácticamente se encuentra flotando sobre la laguna.
Fuente: Eduardo Gilbert Tejada Lopez (1994)
Poblador del distrito de Huachac (Chupaca)
Relato recogido por: Ingrid Puente Galván