En el distrito de Tres de Diciembre vivían cuatro campesinos llamados Eusebio, José, Cesar y Darío. Cada mañana, antes de llegar a la chacra para cultivar sus sembríos de papa, bajaban al puquial para lavarse. Chacchaban coca y platicaban sobre la jornada de trabajo que les esperaba.
Después de guardar sus hojas de coca, Darío lavaba sus manos en el puquio y se mojaba las mejillas. Pero ese día vio un objeto brillante al fondo de las aguas. Sorprendido, acercó el rostro y sumergió la mano.
—¡Dios, parece una virgen! —exclamó.
Examinó el objeto y le palpó la cabeza y el cuerpo. Convencido, tomó a la virgen y, triunfante, la mostró a sus amigos.
—¡Es una virgen! —dijo uno de ellos.
Otro propuso llevarla al pueblo de inmediato.
Con la respiración agitada por la carrera, llegaron a la capilla, donde encontraron al cura que cambiaba sus flores.
Sorprendido, este se percató que, en efecto, se trataba de una imagen de la Virgen. Contempló su fino acabado en piedra y cada uno de sus detalles. Finalmente dijo:
—¿Saben qué día es hoy?
Los cuatro amigos se miraron y negaron con la cabeza.
—Hoy es 8 de setiembre —siguió el cura—. Es el día de la Virgen de Cocharcas.
Desde entonces, cada año los pobladores de Tres de Diciembre preparan platos típicos, bailes y un gran festín en honor a la Virgen de Cocharcas, quien se convirtió así en la guardiana del distrito.
Fuente: Leoncio Álvares Cárdenas
Relato recogido por: Isamar Romero López