La creación de Huáscar

Una mañana, un muchacho llamado Rolando regresaba de moler trigo al otro lado del pueblo. De pronto las patas de su caballo arrancaron del suelo un trozo de metal. Por el sacudón casi tira el saco de harina que llevaba para que su madre prepare el pan que vendía en el barrio central de Yanacancha. Se apeó del caballo y encontró una vara dorada, toda manchada de lodo. Después de limpiarla supo que era el descubrimiento más grande que se hacía en el pueblo.

Rolando era el mayor de siete hermanos. Habían sido tantas sus obligaciones familiares que nunca pudo ir a la escuela. Cada mañana iba al río por agua a lomo de su caballo. Y luego de moler el trigo debía llevar a los animales a pastar y después repartir en el pueblo el pan que su madre había preparado.

Ese día, cuando le llevó el almuerzo a su padre, quien fabricaba adobes cerca al pueblo, le mostró la vara que encontró.

—¿Podríamos fundar un barrio nuevo con esta vara, papá? —dijo.

Su padre examinó con cuidado el trozo de metal. De pronto, se le iluminó el rostro y dio un grito:

—¡Vayamos a vivir ahí!

Ambos comprendieron que aquella vara dorada era una revelación de Dios para fundar un barrio en Yanacancha.

—Si hay gente viviendo en aquel lugar vendrá más gente —siguió su padre.

Así hicieron, y padre e hijo llamaron San Pedro de Huáscar a aquel pueblo.

 

Fuente: Ezequiel Camayo Lapa

Relato recogido por: Katherine Marmanillo Fuentes

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