Los gentiles

Muchos siglos antes de que la tierra terminara de formarse, una joven pareja gustaba recorrer los campos.

Una tarde, mientras caminaban por las orillas del manantial, el cielo se oscureció y empezó a granizar. Asustados, corrieron cerro arriba y, maltrechos, alcanzaron a refugiarse en un pequeño agujero, muy cercano a la cima, de donde veían a los rayos y la lluvia destruir las tierras bajas del valle.

Días después, cuando pudieron retornar a sus casas, las encontraron destruidas y a la gente ahogada, junto a sus animales muertos.

Pasaron los meses, y los supervivientes se arrebataban los alimentos y el abrigo. Los fuertes abusaban de los débiles y los obligaban a trabajar para quitarles lo que producían.

Un día la muchacha vio un árbol quemándose a lo lejos. Cuando se acercó una voz le dijo:

—Tu pueblo pronto se va a quemar porque hay maldad en su alma.

Entonces ella alertó a los demás, y la gente, asustada, optó por esconderse debajo de la tierra. Trabajaron arduamente para cavar sus refugios y, después de dos semanas, abandonaron el pueblo para trasladarse bajo tierra.

Pronto salieron dos soles inmensos, cuyos rayos quemaron lo que quedaba del pueblo.

Pero por más que las gentes esperaron en sus habitáculos subterráneos, no sobrevivieron y terminaron asados vivos. Hoy ese pueblo es llamado Ornulloc; y en sus tierras carbonizadas no es posible cultivar nada.

 

Fuente: Leoncio Álvares Cárdenas

Relato recogido por: Isamar Romero López

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